Basilio García, “Corredor Escoba” del Maratón Alpino Madrileño durante 12 ediciones, ha vuelto a pisar el pico Peñalara. Nueve años han transcurrido desde su último paso, como ‘escoba’ del MAM, por esta popular cima a caballo entre Segovia y Madrid.
Meses después un infarto cerebral y posterior ictus apopléjico que le paralizaron la mitad del cuerpo pararon en seco su vida personal y deportiva.
A Peñalara en joëlette
Semanas antes, durante una tanda de cervezas en la serrana Venta Marcelino del Puerto de Cotos, viejos amigos de Basilio García urdieron un plan que con total seguridad él no podría rechazar: Subir de nuevo a la cumbre de Peñalara.
No era empresa fácil porque la apoplejía que sufre Basilio solo le permite caminar con dificultad en llano y con ayuda de su inseparable bastón. Rápidamente la red de amigos se fue ampliando y al reto se sumó la Fundación Española de Montañismo y Deporte Adaptado -FEMAD-. Gracias a sus gestiones una joëlette, silla monorueda todoterreno, fue puesta a disposición de la actividad. Además, varios médicos de la FEMAD se unieron a la deportiva comitiva atentos a que las emociones no fueran a desbordar el corazón de Basilio.
Efectivamente Basilio acepto el reto y la mañana del 10 de octubre, con paso lento, iniciaba su particular ascensión al pico Peñalara en la misma puerta de la Venta Marcelino. Una vez la pendiente se hizo más pronunciada y trialera entró en acción la joëlette. Usando la mejor propulsión que existe, la amistad, un nutrido grupo de compañeros y familiares fue empujando a relevos esta magnífica herramienta de tracción humana solidaria.
Tanto en subida como en bajada este monociclo es capaz de transitar por senderos montañosos realmente complicados. Posee freno, amortiguación y varios asideros para su mejor manejabilidad. La joëlette fue ideada en 1987 por el guía de montaña Joël Claudel y sobre ella personas con discapacidad locomotriz severa han accedido a lugares insospechados.
Cima a cámara lenta
Cuesta tras cuesta y pedrera tras pedrera el equipo fue ganando desnivel hasta llegar a la cota de Dos Hermanas. Aprovechando que en ese tramo el terreno pierde pendiente Basilio continuó a pie, a veces utilizando su bastón a veces usando una barra direccional destinada a montañeros invidentes, que es asistida por dos personas. Llegados de nuevo al fuerte desnivel entre rocas, la joëlette se encargada de afrontar la pala final de la que es cumbre del Parque Nacional de Guadarrama.
Basilio, a pie hacia la cima de Peñalara
En un esplendido día de otoño, casi caluroso, y con un grupo que jaleaba cada vez que la rueda conseguía salvar los escalones más abruptos, los 2430 metros de altura del pico Peñalara ya se veían a tiro de piedra.
Ese último tramo, de los más técnicos del recorrido, Basilio quiso cubrirlo a pie tirando de coraje. Ayudado por la barra direccional, fue salvando zeta a zeta y escalón a escalón hasta que la cuesta dejó de ser cuesta y solo quedaba abrazar el vértice geodésico. Ese vértice frente al que tantas veces había pasado trotando en dirección a la cresta de Claveles, ayudando a los más rezagados a salvar los tiempos de corte del Maratón Alpino Madrileño.
Algo más de tres horas de ascenso y otras tres de bajada habían empleado Basilio y su equipo en celebrar una cima realmente emocionante.
Basilio y el equipo, en la cima de Peñalara
Una ascensión a “cien pies”
Afectado hace nueve años por un infarto cerebral e ictus apopléjico, Basilio ha luchado duro durante este tiempo para recuperar la mayor movilidad posible. Tres años de rehabilitación necesitó para completar un kilómetro en 15 minutos. Los que conocieron al personaje en su época de corredor y montañero saben que Basilio es un tipo que no tira la toalla. “En esas circunstancias rendirse habría sido fácil por eso he intentado cada día ponerme una pequeña meta y llegar a ella o al menos intentarlo”.
A pesar de sus limitaciones, en 2012 tuvo la idea de volver a enfrentarse a la que había sido su carrera preferida, la Maratón. Y lo consiguió. Tardó 21 días en completar los legendarios 42 kilómetros, a dos por jornada, en la pista de atletismo de Segovia. No falló un solo día, incluso nevando completaba su par de kilómetros diarios a cámara lenta. Lo llamó el “Maratón más lento del Mundo”.
Gracias a un inquebrantable pundonor y muchas horas de gimnasio, caminata y fisioterapeuta, Basilio sobrelleva con voluntad de acero, no exenta de humor, las secuelas que el infarto le produjeron. Aunque sus amigos también se encargan de ponérselo difícil de vez en cuando. “Jamás pensé que volvería estar aquí arriba. Hoy he subido al Peñalara con los pies de mis amigos… “a cien pies”. Me habéis hecho muy feliz. Me habéis multiplicado por cien”.